lunes, 3 de enero de 2011

La Era del Alma: Masonería y Humanidad






Todos hemos entendido que los símbolos y tradiciones de la Masonería se inspiran en Antiguos Misterios que datan de los albores de la civilización, y que tal bagaje se fue transmitiendo en tantos lenguajes como pueblos han existido.

Hemos entendido que el objeto fundamental de los Misterios Antiguos consistía en enseñar a los Hombres la verdadera ciencia del Ser y guiarles hasta que percibiesen la magnificencia de su perfección, alcanzando así el estado crístico que trasciende la más venerable maestría. 

Los Antiguos Misterios, trataban de santificar a los Hombres, iluminar sus almas y ponerles en condiciones tales que se volvieran a unir conscientemente con Dios, para ser Él y su Obra. 

Tales Misterios decayeron por la ambición personal del sagaz sacerdocio y de los reyes despóticos. El egoísmo triunfante en los últimos tiempos del Imperio Romano había ahuyentado al verdadero espíritu de los Misterios, de los que no subsistía más que su forma externa, pero dichosamente, jamás se rompió la cadena de fraternidades –entonces justificadamente secretas- que enlaza la antigüedad con los tiempos modernos. De esos Antiguos Misterios desciende la Masonería Moderna, en su simbolismo, su ritual y su inspiración. 

Ojalá, entonces, estemos cada vez más convencidos de que el lenguaje descriptivo del ritual masónico contiene un significado más profundo del que aparenta y de que en la simbología masónica subyace un conocimiento que, efectivamente, abarca las Verdades eternas del Universo, la Sabiduría más sublime de la cual surgen todas las respuestas.

La Masonería es, especialmente, la guardiana de ese cúmulo de conocimientos, y no debería, como ha dicho el autor Carlos Vail, “satisfacerse únicamente con poseerlos a imitación de sus predecesores, sino que, por el contrario, debería entrar decididamente en posesión de su herencia buscando en ellos la Antigua Sabiduría. Porque el confinar la interpretación de sus símbolos y leyendas a meras lecciones de fraternidad y de moral, como si se tratase de una religión exotérica más, es no comprender la profunda significación de los jeroglíficos y parábolas masónicos, y así, despreciar el verdadero secreto que ellos guardan”. 

Porque he de recordaros que ese Secreto, que poseen y custodian los Masones, tan divulgado en la mitología urbana y tan vilipendiado en los profanos tabúes, existe, y es en ese círculo de iniciados que recae la responsabilidad de conocerlo, estudiarlo, practicarlo, vivirlo y heredarlo, para que sea cumplido el fin último de la augusta Institución que los reúne, a saber, el perfeccionamiento de cada ser humano para el perfeccionamiento de la Humanidad.

Os recuerdo que no es acertado divorciar la vivencia masónica individual del trabajo conjunto en Logia, pues tales ámbitos no son sino un complemento, una reciprocidad constante y activa, una vigorizante experiencia unívoca hacia la perfección a través del conocimiento, el estudio y la reflexión. 

El conocimiento, se nos ha dicho, es el camino hacia la perfección. Pero ese conocimiento no se refiere a la acumulación de datos relativos ni a informaciones temporales, se refiere al conocimiento de sí mismos, porque quien se conoce, encuentra todas las respuestas. El camino a ese conocimiento no es una experiencia académica, ni siquiera la existencia misma. Ese camino es una decisión, una convicción, una forma de vida, pero una vida consciente.

Así entonces, ningún masón teme a la muerte, porque la muerte no acaba con la energía que le constituye, porque la inmortalidad del Alma que predica, le hace parte del Alma eterna e infinita que nos contiene. 

El masón no teme a su grandeza ni a su divinidad, no teme a la perfección de sus obras ni a la omnipotencia de su espíritu, no conoce la huída cobarde ni la engañosa modestia, ante su condición de Dios creador, de Alquimista del Espíritu y transmutador de la realidad a partir de la fuerza de sus virtudes, primero sentidas, luego pensadas y al final manifestadas en palabras y acciones.

El masón comprende que le es propio concebir el mundo y el plano de la realidad según sea su mejor aspiración, su más grande idea de sí mismo, porque el mundo y la realidad serán para sí según su percepción, y para sus semejantes según su vívido ejemplo. El masón sabe el poder de la Consciencia; permanece imperturbable ante la realidad exotérica porque habita en otro Reino, donde es creada la Luz del pensamiento, donde se unen las polaridades, donde existe la Unidad y se gesta el Universo como experiencia refleja de sí mismo.

El masón vive su experiencia de pasiones y emociones con el dominio de su consciencia, transita por la humana existencia percibiendo la manifestación de las dualidades, sin olvidar el foco único de éstas. Siente el dolor como una maravillosa experiencia terrena y por tanto pasajera, experimenta la dicha como un fluido natural y constante. Piensa en la perfección y la decreta porque la energía del pensamiento consciente y la fuerza del verbo hace posible crear y transformar los Cielos y la Tierra.

El masón comprende su estado superior de consciencia y por tanto acepta la fugacidad de su permanencia en dominios inferiores. El masón muere antes de nacer, y la iniciación le resucita entre los elegidos para no temer ni morir nunca más. El masón no tiene expectativas sino pensamientos creadores, por tanto no experimenta decepciones, miedos, culpas o angustias, el masón no tiene vicios porque la materialidad le sobra, y en tanto, le carecen de razón los apegos y las dependencias. El masón encuentra su vida terrena como un gran juego de tantos espejos como prójimos hay, para suponer debilidades, limitaciones, vicisitudes, milagros, misterios, equilibrios, descubrimientos, necesidades y dogmas; encuentra su vida terrena como una aventura para explorar desde una perspectiva de individualidad las virtudes y las indignidades, los estados elevados de Consciencia y las imperfecciones humanas, los efectos de ello en la generación de la Luz y de la Obscuridad.

El masón se comprende a sí mismo como una explosión de luz, un foco consciente de decisiones en total armonía con el fluir de la Vida, un emisor de completo entendimiento y, en tanto elegido e iniciado, un potencial Dios, completo, perfecto y eterno. Un ser acabado y recreado cada día de su vida.

El masón reduce su tiempo al Ahora, porque el tiempo no es concebible de otra manera, sabe que anhelar el pasado o temer al futuro, es la manifestación de la duda y la inseguridad sobre el aprovechamiento del único momento real y total: El presente.

El masón ama en vez de querer, porque amar es dar sin recibir, mientras querer es necesitar y dar con esperanza, porque querer gesta expectativas y estas generan ilusión, temor, conflicto y dolor. El masón valora el silencio como medio para reconciliarse y recordar quién Es en esencia, valora la soledad porque se basta a sí mismo, y agradece la compañía porque le enfrenta al reflejo de sí mismo y al compromiso del perfeccionamiento.

El masón se ha quitado la venda de sus ojos, se ha levantado de entre los muertos para vivir eternamente, se ha transfigurado en un ser conscientemente perfecto y ha ascendido a un reino de Luz convertido en Dios. El masón es el Sabio simbolizado en sus rituales. Es el Gran Geómetra poseedor del conocimiento y ejecutor de su voluntad con el poder de las decisiones y las percepciones. Es el Gran Arquitecto que se construye a sí mismo y con él al Universo, es el inmortal que se sabe constituido de la energía viva y eterna que trasciende al tiempo e identifica a los dioses, es la estrella flamígera de la que parten el conocimiento y la guía. El masón ha alcanzado la salvación en tanto ya no mora en tinieblas y se ha erigido en Salvador del Mundo en tanto irradia su Sabiduría y lleva Luz a los que llaman, a los que piden, a los que tocan. 

El masón es el alquimista que en el crisol del V.I.T.R.I.O.L. halla las respuestas para convertir el Plomo humano en Oro divino. 

El masón, por vocación debe ser un iniciado en los Misterios Antiguos que le han de procurar conocimiento de sí mismo y por tanto del Universo entero, Sabiduría Superior para entender la Totalidad de su existencia, la Verdadera Realidad y la razón de su inmortalidad. 

Os recuerdo que la iniciación es un renacimiento, una reinvención de sí mismo, una decisión para convertirse en el ser simbolizado, un despertar de la consciencia, una purificación de lo profano para ir a lo divino. La iniciación es un nacimiento místico, la iniciación es la muerte y la resurrección. Iniciación no significa consumación de algo, sino empezar algo. La Iniciación es la liberación del espíritu con la muerte y el renacimiento a la verdadera Vida. La Iniciación es la que nos identifica más allá de los rangos y las ocupaciones. La Iniciación es la angosta entrada al Paraíso de la consciencia, el inicio del constante camino hacia la Unión y el empezar a probar el alimento del Amor verdadero. 

El acontecimiento culminante de los Misterios que nos inspiran y de nuestra Iniciación, es la conversión del Iniciado en Dios, ya sea uniéndose a la Totalidad Divina, o percibiendo conscientemente su manifestación desde la ilusión de la individualidad.

El fin de nuestra actividad es la investigación, el descubrimiento y la vivencia de esa Verdad eterna y todopoderosa. Esa Verdad tenida por Secreta, en la que el Hombre abre sus ojos para convertirse en Luz, abre su consciencia para convertirse en Dios, abre su entendimiento para convertirse en Creador del Mundo, abre su pensamiento para convertirse en Hacedor de milagros. Abre su corazón para que las experiencias terrenas entren impuras y salgan purificadas. Abre sus brazos para la Comunión con todos y así consigo mismo.

Es menester recordar que la Masonería es el vehículo del mismo conocimiento oculto, que la Sabiduría oculta esta encarnada en su simbolismo y ritos, y que, quienes poseen las claves secretas, pueden descubrirla, pueden vivirla y transformar al Mundo a partir de su propia experiencia y percepción. 

Somos Uno, Somos Totalidad, Somos Dios experimentándose a través de la individualidad. Cada uno es Dios, es Todo y Uno con Todo. Cada uno Es Dios por la Consciencia de sus pensamientos y de sus actos, por el Espíritu que nos contiene y que contenemos, por la Energía Viva con que creamos y por el Poder transmutador de nuestra percepción: He allí el Secreto de la Sabiduría, la Verdad Sagrada y el Nombre sobre todo Nombre. He aquí el contenido del Arca, el Misterio revelado, la Piedra Filosofal, la clave de la comprensión del Todo. “Yo Soy”: es el nombre de Dios, porque Dios es existencia consciente, energía creadora y transformadora, Dios es Pensamiento, Conocimiento, Verbo y Acción, Dios es el constructor y la obra, es el Hombre y el Universo, es Todo, porque en Dios y para Dios la Separación no existe. Esa es la obra intemporal de la Unidad con Dios, de la No separación, de la eterna transformación de la energía con su fluir hacia la Gran Alma que lo es Todo.

Ay de aquel que siendo llamado, prefiera la corrupción de las palabras y el vacío de los conceptos. Ay de aquel que se llame iniciado y siga siendo ignorante, cobarde y sumiso. Ay de aquel que dude de sí mismo y busque respuestas sabias en dioses externos o materiales. Ay del que pisotee los tesoros heredados. Ay de quien se llame masón pero tema ser Iniciado.

Todos somos masones, en tanto somos constructores de nuestro templo personal y así del gran templo colectivo. Todos somos masones, en tanto somos alquimistas espirituales. Todos somos Dios, en tanto somos su obra y a la vez sus obreros.

Declaro iniciada la Era del Alma, en la que el Hombre vuelve su mirada hacia sí mismo, reconoce la temporalidad de su experiencia humana y busca la Luz, para aceptar y esperar con Sabiduría la Regeneración natural de los equilibrios universales.

Ya basta de Temor, de Terror, de Mentira, de Violencia, de Inconsciencia. 

Es hora de evolucionar, ha empezado la Era del Alma.


Por el Q.·. H.·.

Rogelio Ramírez .·.

Gr.·. Log.·. del Or.·. de Costa Rica


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